Agua y Cristo, dadores de vida.

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miércoles, 3 de octubre de 2012

QUINQUELA (cuento breve de ficción)


En los populosos  muelles de la Boca, están incrustadas en las paredes cercanas los dibujos de un pintor famoso que mimetizaba la vida en el movimiento de su pincel, en el momento mas intenso de la carga y descarga de los barcos ó en el de las faenas del astillero local. Visito a menudo el lugar, camino por la costa envarada de protección y no doy con la sombra de Quinquela Martín  a quien yo querría preguntarle si los carbones con que hacía sus diseños, él: ¿Les echaba Ud. algún aliento de sus propios músculos ó acaso dibujaba Ud. con los carbones encedidos para inquietar la vista y apurar la carga del papel?
Llegó un barco del color del ocaso, un naranja virulento que se mezclaba con el atardecer, arrimado a la orilla comenzaron uno a uno los pescadores a bajar y entre ellos un hombre de cabeza semi calva perfecta en sus dimensiones que miraba hacia mi persona y al acercarse sonriendo, sacó unos papeles del bolsillo y me entregó uno sin palabras.
Otro hombre con la espalda brillante como el lomo de un delfín, recogía los cables de las amarras llenas de arena y barro para partir de nuevo a alta mar. Abrí el papel con asombro y ahí estaban los dibujos en miniatura. Como si fueran la secuencia de una película pasaban delante mío: "Crepúsculo de los astilleros de la Boca", "Trabajando a pleno sol", "Cargadores de carbón", "Buque en reparación", "Descarga de cereales".
Sobrecogida por la emoción de saber que el espíritu había dejado su bondad otra vez, suspiré y recuperé mi natural destino de viajar en el tiempo buscando intensos personajes que viven todavía.
El bullicio de la hora confundía quien estaba ocupado y quien mirando solamente.

Eran las once de la mañana y se me antojaba un café.
Guardé celosamente mis diminutos cuadros  y volviendo mi vista al opaco río, cobró vida de repente cuando una inmensa grúa inclinaba su brazo sacando sin esfuerzo una red a modo de pompa de jabón dejando ver algunos peces vivos aún.
El brazo mecánico, rígido y fuerte en nada se parecía a las encorvadas figuras de Quinquela que ensayaban un esfuerzo supremo. -!Eso¡- me dije motivaba la carbonilla del pintor famoso. Su vista aguda captaba con perfección el propósito que tiene la lucha por la existencia humana, traduciendo en la tela la fuerza del cuerpo, del espíritu y del manejo de la voluntad con una fidelidad como si le fuese propia.
Helios subía sin que nadie lo mirase al punto exacto del mediodía. El café vino de la mano de una vendedora ambulante que saliendo de "Caminito" me sirvió diciendo: -Su ausencia desdibuja el paisaje, ¿verdad?- y en el fondo de sus pupilas yo veía el gigante cuadro de Quinquela "Trabajando a pleno sol".
Las manos aún teñidas con el color del óleo, silenciosas y comprensivas me acercaron un anhelado y exquisito néctar negro tan rico como el que sirven en el café "Tortoni", alma de Quinquela, sabor y expresión del mas generoso y altruista pintor que tuvo la Boca: Quinquela Martín.

martes, 2 de octubre de 2012

EL CIPRES ABATIDO


"Las alta torre de Dios yace abatida"
los hombres piden leña del caído
mas el alto ciprés tiene otros planes
son los planes de Dios y sus afanes.
 
Caminaron  los árboles plantados
buscando coronar al altísimo
todos cantaron al siempre verde,
a su rojizo tronco que está herido.

Emanaba una brisa entre sus nudos,
un oloroso aroma y un murmullo.
Esta alta torre de Dios ahí estaba
para ser arca de un pacto divino.

Su incorruptible madera mansa
hoy es altar, es Arca de Alianza
yo lo  venero al ciprés divino
aunque abatido, jamás serás olvido.

MADRE TERESA DE CALCUTA

MADRE TERESA DE CALCUTA