El cielo de pronto abre su boca en un gran bostezo, como cansado de su interminable rutina, es un espectáculo ver cuando la bóveda azul se desencaja en lo alto y naves diminutas y brillantes amenazan. Parece además el cielo tragarse a la tierra, el movimiento violento la saca de su eje y al dormitarse el cielo junto a la oscura noche se aquietan las mandíbulas celestes y ahora la tierra sueña sin cielo y penetra en los misterios de la oscuridad.- ¿Me entiende Doctor lo que le cuento?- le dijo el paciente, mientras, esparcido en el diván del psiquiatra movía los pies y las manos. No podía quedarse quieto.
El Doctor, que jamás leyó en ningún libro eso de que la bóveda azul se desencaje o bostece, sospechando que este hombre tenía tal vez una intoxicación medicamentosa proveniente de algún laboratorio joven, insistió en saber que pastillas tomaba.
- Nada de eso- dijo el enfermo, no tomo nada.
Preguntó el doctor si dormía bien o sufría de insomnio y tampoco.
- Nada de eso- dijo el enfermo, no tomo nada.
Preguntó el doctor si dormía bien o sufría de insomnio y tampoco.
Ya en los crepúsculos de la hora clínica, cuando faltaban unos minutos para concluir, el verborrágico paciente repitió las palabras con un dejo de depresión:
-...Luces en la bóveda celeste…. misterios de la oscuridad- y, a continuación, se apretó los ojos con los puños, se refregó los párpados y se quejó de un leve dolor en sus globos oculares. -Vea Doctor-, salgamos afuera y va a ver conmigo lo que le digo. Invitó.
-...Luces en la bóveda celeste…. misterios de la oscuridad- y, a continuación, se apretó los ojos con los puños, se refregó los párpados y se quejó de un leve dolor en sus globos oculares. -Vea Doctor-, salgamos afuera y va a ver conmigo lo que le digo. Invitó.
El psiquiatra tomó la lapicera y el recetario y prescribió una consulta urgente con el oftalmólogo.
-Usted sufre de glaucoma- le dijo el galeno con seguridad.