Agua y Cristo, dadores de vida.

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viernes, 19 de abril de 2013

LA PARADA DEL AUTOBUS

Por la quietud en que se encuentran y las sombras tan frías, los que esperan el autobús y los árboles de la parada desarrollan en hora temprana una extraña semejanza. Como dos voces en silencio las ramas  hablan con los brazos extendidos al cielo intercediendo por la llegada del autobús y los tiesos hombres, germinan raíces interminables hacia abajo buscando el sustento. Un viejo desvelado  y arropado rompe el paisaje urbano de la esquina encantada. -¡Qué hace este viejo con bastón que no está en la cama!- grita el silencio y como si hubiese escuchado el insomne viejo mira a los ojos sospechando el pensamiento y con la robustez que le da el bastón lo levanta amenazante para explicar la veloz mudanza de los tiempos. No se inmutó ni el joven ni el árbol. La descortesía matutina a causa del frío congelaba hasta la médula.
La llegada del autobús rompe el encantamiento. El joven sube tironeando las raíces, las ventanillas chocan contra las congeladas ramas; entonces grita el árbol su contenida protesta pues es nadie en el invierno. El viejo reforzado con su rama es alguien que antes era un roble y hoy es enigma.

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MADRE TERESA DE CALCUTA

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