Agua y Cristo, dadores de vida.

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lunes, 19 de marzo de 2018

MAGIA DE ENERO (cuento breve)

Tres caminaban aprovechando la noche, lo hacían esforzándose por no hablar, temían que despertaran aves y perros.
Vestían con elegancia, con ricos zapatos y hasta llevaban coronas sobre sus cabezas. Venían desde lejos dejando unas huellas similares a constelaciones estelares. Adultos, ancianos, como quieran llamarlos sus pisadas tenían el mismo resplandor que sus cabellos canos.
Caminaban siempre de noche  al borde del río  "La sillita" donde duerme el frío olvido, un raro pez que nadie quiere pescar.
Si se cansaba alguno de ellos, sacaban un instrumento de finas cuerdas que emitían brisas nocturnas, medicina ligera de niños y ancianos; mas de dos mil años confirman que nada es mas curativo que la buena música.
Levantaron las alforjas eternas y al llegar a destino después de vadear el río, confirmaron que el pueblo dormía y que sus calles estaban desiertas; el cielo nocturno con su Vía Láctea daba sustento al único niño despierto que vivía en un camión de mudanzas.
Entraron con ligeros pasos y se dirigieron sin miedo a los cíclopes, cada casa era un enorme monstruo hambriento: Aún así dejaron sus invisibles regalos: cuernos de buenos augurios para muchos, lápices de luna para los escritores, relojes de arena para los incansables, canastitas de generosidad sin límites, lámparas para llevar a la escuela y también sacaclavos de cristal.
Se fueron como vinieron sobre sus huellas ahora de color verde tierno; se fueron por un cielo plagado de estrellas vestidas de luz pura.
Amanece el día entre griterías de papeles.
El mejor regalo se abrió con una charla de amigos.

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