Agua y Cristo, dadores de vida.

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jueves, 22 de marzo de 2018

LEYENDA DEL JUNQUERO


Corría el año 1800, era un día de mucho calor y la mujer, hija de aborigen y una española había salido a caminar. Tenía los ojos mas claros que el cielo y la cara surcada de arrugas, iba descalza y llevaba de la mano a su único hijo, que no hablaba, sólo silbaba. Se fueron bordeando la laguna , por la zona de los pastizales, donde las aguas cercanas son mas bajas y se ve caminar las garzas blancas entre los juncos que emergen del agua y se oye a los patos solfear. Pastos y juncos se volvían bosque para la diversidad de pájaros y de insectos. En la caminata, los pies se confundían con la tierra pardo clara y el aire tan caliente les hacía arder las mejillas. los dos iban silbando.
No era todavía el mediodía  cuando notaron que los pájaros se alborotaban, que las abundantes perdices de los campos linderos se alzaban con estrépito, que gritaban las cotorras y aturdía el silbato de las calandrias. Una nube de polvo fino empezó a levantarse del suelo y la tierra nubló todo. El aire fue cambiando bruscamente, se volvió sucio y mas caliente aún. Los ojos de la mujer enrojecieron y miraron azorados al pequeño que silbaba todavía. Asustada lo envolvió con sus ropas y emprendieron el regreso al rancho con el fuerte viento que los azotaba. Fue entonces que perdió de vista la laguna, se acurrucó junto a su hijo, y ya no supo hacia donde ir.
Dicen y cuentan que el niño había abierto la madriguera del viento con su silbido. La tarde se volvió helada y oscura. Como entre malos entendidos el soberbio viento sopló sin piedad, los juncos se inclinaron ante su poder y voló tanta tierra que acumulándose en la parte baja dividió en dos a la gran laguna. Una mitad quedó rodeada por los montes de tala y la otra mitad terminó cercada por tantas perdices que tiempo después fue bautizada con ese nombre, hasta hoy se la conoce como "Laguna de las perdices". Mas tarde se hizo necesario construir un puente y una compuerta para mantenerlas unidas.
Un viento así desatado sólo puede ser controlado por otro mas decidido que aquél. El otro viento, el Pampero, al que no le gustan los aires que parecen fuego es capaz de cambiar el paisaje con su determinación, alivió el calor trayendo una lluvia clara y una brisa fresca.
La mujer de ojos claros, piel enrojecida y surcada de arrugas, no encontró el camino a su casa. Dicen y cuentan que en aquel choque de vientos, el niño se convirtió en pájaro, dicen que ya no silba, que juega incansable a que lo busques entre los juncos y que con su firme chasquido ahora ahuyenta y aplaca las peores tormentas y los vientos más fuertes. Cuentan por estas tierras, que desde entonces se lo conoce como "El Junquero"

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MADRE TERESA DE CALCUTA

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