Agua y Cristo, dadores de vida.

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lunes, 2 de abril de 2018

LLUEVE EN LA CIUDAD

En Buenos Aires, una lluvia torrencial ha refugiado a escolares en la parada de colectivos. Apretujados como pichones, aturdidos por el ruido de la lluvia sobre el tinglado esperan los uniformados que pase el chubasco entre carcajadas y tiritadas que el viento se lleva.
El aguacero enfurecido por las risas mandó su trueno y su rayo, los chicos asustados por las corrientes eléctricas del cielo, ya no rien. Hay que regresar a casa y la calle se ha vuelto río. La parada de colectivos es ahora isla sin remos, sin salvavidas, el refugio peligra y hace agua.
Suenan celulares, los estudiantes se vuelven como niños, se empequeñecen pidiendo ayuda y sus ojos húmedos brillan con la luz de la calle que se encendió por las nubes oscuras de momento, una inquietud los pone a todos en alerta. ¿Alguien, vendrá a buscarlos?
Unos no tienen nada para decir son aguas mudas, otros, los exalta la sensación de peligro y se vuelven aguas vivas, los mas realistas e intuitivos son los agua clara, no falta el imbebible ni tampoco el agua amarga.
El entramado de rayos y luces atraviesan la cortina de agua que arrecia de momentos, los refugiados hacen crisis en el instante que los pies de todos quedan bajo el agua.
Emerge con naturalidad el líder entre los ahora desconocidos. Esperar, tranquilizar, dar ánimo. Los unió a todos, les dio fuerza cuando les dijo con convicción: ¡Contemplen! Admiren el espectáculo de la naturaleza. El aluvión engendró al  héroe, el joven sabe ahora quien es.

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MADRE TERESA DE CALCUTA

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