Agua y Cristo, dadores de vida.

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viernes, 9 de septiembre de 2011

Cristales de Victoria (cuento infantil)

Había una vez, una niña llamada Leylen que gustaba ir de visita  a la casa de sus abuelos. Ellos vivían en Bariloche, en la isla Victoria, en una antigua casa con garaje con balcones y sótano. Para ir al fondo de la casa, bajaban por una ladera poblada de altos árboles de madera blanca, los alerces, que crecían entre piedras redondas y al final del caminito escarpado, una hilacha de río hacía un ruido a vidrios rotos todo el tiempo.Leylen soñaba con ir sola a visitar a sus abuelos porque a la hora de la siesta, bajaría al río a escucharlo y a beber su agua.

¡Llegó el día de sus sueños! Después de almorzar, simuló dormir la siesta, y...en punta de pies escapó por la ventana, descalza y directo al río. Metió los pies y con sus manos alzó un poco de agua que bebió, al instante, un viento gélido sopló y trajo consigo huemules de pequeños tamaños que flotaban en el aire a su alrededor con hocicos y ojos brillantes.

Del susto que tuvo corrió a esconderse en el hueco de un tronco caído, se refregó los ojos para ver si su visión desaparecía y al hacerlo se soltaron miles de estrellitas convirtiendo el día en noche, los huemules iluminaron sus ornamentos y un aullido sonoro escuchó. Era su abuelo que la buscaba, pero su voz era mas bien un bramido. Leylen acurrucada  y con frío vió que sus pies estaban cubiertos de hojas, quiso sacarlas y no pudo, tomó coraje y a tientas fue al hilachoso río a lavarse. Como veía poco, refregó de nuevo los ojos y al instante se hizo de día. Entró al río, quitó las hojas de los pies pero se le pegaron en las manos, la inquietud la atosigaba, miró a los huemules y ellos le indicaron una piedra.

La piedra estaba tibia a pesar de la sombra, eso la reconfortó, quiso ver a los ciervos y ya no estaban  pero en su lugar estaba su abuelo. El tomó a su nieta de la mano y le preguntó: -¿ Por qué tienes las hojas pegadas?- Yella contestó: -Porque toqué el tronco gomoso- dijo.

El abuelo la acercó al rió y le contó una historia verdadera.  Levantó la piedra tibia donde Leylén se había sentado un rato antes y  abajo apareció un cristal de Victoria, un huemul tallado en color caramelo. !Pobre figurilla¡ estaba rota. Cuando alguien se acerca a esta piedra -dijo el abuelo- el bosque calla y se llena se potentes bramidos de huemules porque hace mucho, el líder de la manada que habitaba la isla Victoria, fue muerto por un cazador que lo quería de modelo para los cristales que fabricaba en la isla.  Y....  desde entonces el río suena a vidrios rotos. Y -¿Sabes por qué? - preguntó el abuelo.
Porque el  fabricante, al terminar su obra de arte llevó la pieza, su cristal de Victoria y la puso bajo la piedra donde murió el animal. Porque desde que mató al huemul, no podía dormir.
-¿Es verdad?- preguntó con asombro Leylén.
-!Sí¡- contestó su abuelo.Y volviendo por el sendero estrecho, cuesta arriba, entre alerces, enredaderas y piedras, volvieron a la casa a dormir la siesta y a lavarse las manos llenas de hojas de alerce.

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