Agua y Cristo, dadores de vida.

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jueves, 30 de diciembre de 2010

El camarero

Al camarero del comedor del piso 11 le tocaba bajar a puerto al día siguiente. Llevaba días navegando, atendiendo a los pasajeros, tenía el bolso listo con los regalos y entre ellos el perfume que a su esposa le agradaba tanto, sabía él y ella que con unas gotas apenas, les envolvía la pasión, era su secreto.

Se recostó a dormir ansioso por las horas que faltaban  y cerró los ojos tratando de dormir, cuando de pronto..... se vio en el living de su casa, era casi la hora de acostar a los niños que aun jugaban entretenidos a pesar de la diferencia de edad, aprovechó que su esposa estaba con los últimos detalles de la casa, sacó el perfume del bolso y decidió ponerse un poquito detrás de sus orejas, para que cuando ella se acercara, supiera sin decir nada que tenía algo para ella....pero de pronto su esposa se acerca alterada recriminándole con palabras llenas de enojo, algo que no alcanzaba a comprender, ella mandó a sus hijos a la cama y con una mirada hostil  le dijo -" Hoy duermes en el sofá" !!!   Así, mirando a sus hijos y a ella, se encaminó al diván y se acomodó; Cuando las luces se apagaron sintió que su hijo se acomodaba junto a él, el hijo mayor se le parecía no sólo en la forma de mirar, él sabía que sus almas eran clones, cuando amaneció, lo llevó dormido a su cama y se encaminó a la cocina a preparar el desayuno.

Mientras ponía el café en marcha planeo la venganza, tenía él desde niño esa manera alegre de tomarse las cosas, jamás se perturbaba con los seres queridos, al contrario, su corazón rebosaba de alegría en su presencia, la vida le había enseñado que nada valía mas que la alegría familiar.

En una bandeja llevó el café y las tostadas y las dejó sobre la mesa de luz, había decidido hacer huelga de hambre ese día. Cuando su esposa encontró el desayuno, todo el enojo se había esfumado y fue hacia él contenta, pero cuando llegó a su lado, él con todo cariño le dijo que ese día   "no" probaría bocado pero, que se encargaría de preparar la cena y el almuerzo, ella lo miraba sin entender, lo abrazó de nuevo y ahí se dio cuenta que su piel olía excelente.

Pasaban las horas, el hambre y el deseo hacían estragos, los hijos estaban incómodos pero tranquilos, una guiñadita había sido suficiente para entenderse, al final del día su esposa se acercó algo llorosa y él, sacó del bolsillo el perfume, se lo entregó amorosamente y cuando menos lo pensaba, sonó la alarma del reloj, pegó un salto,  sabía que éste día era el mejor para él . 
                          

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MADRE TERESA DE CALCUTA

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