Agua y Cristo, dadores de vida.

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sábado, 1 de enero de 2011

El cazador y su mujer

-!Oh, ahí llegan! Son el matrimonio de quien te hablé.
-¿Cuál, el de Bariloche? -contestó.
-!Sí¡ el cazador y su mujer-
-!Gua,.. qué título para un libro! me dijo.
Se sentaron a la mesa, y quedaron el señor frente a mí y la señora a mi lado; Era sin duda un personaje dado que su cabello lucía con sus setenta años como el de un joven rebelde de quince. Sus ojos parecían los vivarachos ojos de mi nieto que esperan que adivinen que quiere,y, la sonrisa sin edad. El matrimonio lucía increiblemente sano y a medida que hablaban, él relataba la huida de Europa post guerra, el fallecimiento en forma violenta de sus hermanos, la vida del padre y así, de pronto...habló de la caza de animales salvajes como hobby, del carácter agresivo de su personalidad, me costaba descifrarlo por el comentario de su mujer:
-A mi alguien me tienen que comprender- dijo.
Y claro.....es como estar al lado de un pintor y ver como se va creando el cuadro, oirle contar sobre el color y el tema, es curioso pues lo que ven los ojos de un pintor, no lo ve nadie, como el que escucha la música dentro de su cabeza, y luego la escribe, nadie entiende,..-!!!Hay que estar¡¡¡- Hay que estar al lado de alguien que ve u oye lo que otros no ven.
Todavía existen seres auténticos, seres que desafían todas las reglas superadas, seres que pagan fortunas por hacer algo tan elemental como la caza.
Contó que jamás tira con su arma a un animal distraído, tira sólo si se ve amenazado.
Hay un mal que no se cura, pues no se deja ver y queda expuesto frente a todos con el gran remedio de la locura, algo inofensivo como el color y el sonido, puede ser tan violento como un disparo, atraviesa el tiempo y se llama pintura o música, ¡GUA!!!....no es lo mismo leer un libro, que compartir toda la expresión corporal de quien cuenta. Apagar la música era mas fácil que seguir escuchando, la piel se me erizaba al imaginar el animal frente a un hombre cazador.
Contaba su esposa que ella jamás había usado un arma, pero...lo acompañaba, y estaban ahí, como si nada, y...el crucero quizás, estaba lleno de gente muy cruel y uno no sabe.
Y de pronto le pregunté por su padre y madre, y el relato siempre coincide, el sufrimiento del desarraigo que cala hondo, y aunque el cazador no lo acepte, la tristeza lo supera, y como el mejor de los pintores, busca la esencia, lo mágico del instinto- !Que pena que el cazador no sea un pintor, eso que si no atrapa, se escapa!

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