Agua y Cristo, dadores de vida.

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miércoles, 16 de marzo de 2011

La mochila de la escuela

!Ah, ésta mochila pesa una tonelada! Había exclamado la madre de Jimena y Juan de 8 y 11 años.
Al escuchar eso, empecé a mirar parada en la vereda de la escuela las mochilas de los alumnos y en verdad, eran algo increíble, la de las niñas traían en su mayoría graffitis de amor, de amor verdadero, de mucho amor y figuras sugerentes de princesas ricas y acicaladas, la de los varones, no menos llamativas, anunciaban cual cartelera de cine a sus ídolos con magníficos dibujos, casi todas tenían sistema de acarreo con rueditas, en ese momento, sonó el segundo timbre y empezaron a bajar el resto de los alumnos por la escalera metálica externa, bajaban golpeando los escalones con las caras y pesadas mochilas, haciendo un ruido característico, como estruendo de carros de guerra.

Se me ocurrió entonces ver el edificio completo y me figuraba un especie de crucero en puerto. !Oh, sí! era igual y pensé que esos niños y niñas hacían su crucero diariamente, con una especie de disfrute.

Era ésta la salida de los alumnos que asisten a turno completo, sin embargo, ningún niño se veía ni cansado, ni ojeroso, pero eso sí, inmediatamente salían a la vereda, entregaban sus mochila a sus madres, que, mirando bien, algunas de ellas, vestían a la moda con zapatos y grandes carteras como las mochilas, cabellos alisados en peluquería y hermosos collares, también se veían entre nosotros perros minis, inquietos y con collar.
Nada se parecía a la otra escuela estatal mas próxima, las sencillas madres volvían con sus hijos caminando, no en auto, con sus grandes mochilas que no armonizaban con sus pequeños cuerpos, había allí algunos perros sin correa moviendo sus colas.

Recuerdo mis tiempos de escuela, a la cual acudía con el portafolios de cuero, los cambios surgidos son tan grandes, que se diría que mi vieja escuela, se derrumbó, y estas nuevas se parecen mas a un crucero de placer, que a un lugar de estudio, y las escuelas públicas, me llenan de incertidumbre.

Los recuerdos se agolpan y me vienen a la memoria, los discursos del Director, hombre piadoso que hablaba siempre con la verdad, sin herir a nadie, a esos discursos, no faltaba nadie, ni padres ni alumnos, ni tampoco a nadie le faltaba la escarapela sobre el corazón, ni faltaba el nombre de Dios, el Director, era un hombre culto, que sabía refrenar los impulsos, y, en su inteligencia, encontraba la manera de salir adelante y llenaba el alma de los presentes con profundos valores universales e incentivaba el amor al conocimiento.

"Claro está que estamos viviendo el principio de un cambio de época, donde lo viejo se derrumba y lo nuevo no alcanza a aparecer, lo cual tiñe a la existencia de malestar e incertidumbre." (palabras éstas de Garcia Delgado 1998 ).

Volví a mi casa, pensando en buscar mi viejo Manual Estrada que me acompañó durante toda mi infancia y, poniéndolo al lado del nuevo manual, en uno vi letra pequeña y limitadas fotos, en el otro vi, letra grande y hojas con enormes dibujos.

Y pensé, el conocimiento hoy entra por los ojos, entonces, allá lejos y hace tiempo, con menos luz y menos confort, entraba el conocimiento a fuerza de tiempo y dedicación.

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MADRE TERESA DE CALCUTA

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