Una mujer está sola en su casa, y aunque no hay nadie en el mundo, alguien llama a la puerta.
Es vanidad, que en su carro lujurioso tirado por cuatro caballos desbocados ya no puede con su látigo y ha decidido “descansar” en la única casa con luz.
Frente a la casa, un cántaro de agua calma a las bestias agitadas y cansadas. Y….bajando de su cuádriga, llama a la sólida puerta.
-¿Quien llama? pregunta desde el interior sin abrir.
- Soy vanagloria. Responde.
-¿Qué deseas? Preguntó.
-Busco fatigada un poco de contento.
-No es aquí donde lo encontrarás. Aclaró.
Y con la rapidez que da la vanidad le dijo: -¿Acaso no gira tu molino?
-¡No¡ El viento lo ha encorvado. Contestó.
-Y el agua del cántaro. ¿De dónde ha salido? Pregunto ansiosa.
-¡Eso! Está fuera de mi casa; Ya no bebo de esa agua.
La fantástica Gloria en Vano, trepó inclemente de nuevo a su carro, confirmando que la soledad no es vanidosa.
Reflexión: Ninguna puerta sólida se abre si no trae consigo un mensaje de esperanza.
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