Agua y Cristo, dadores de vida.

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miércoles, 26 de marzo de 2014

El arte de ceder

Su matrimonio había vivido buenos momentos hasta que entró un extraño personaje que la hija de ellos atrapó, era un intruso, y, en la familia, llegó a ser el padre de los dos únicos nietos de esos abuelos.
Se instaló en la casa apropiándose de pisos y paredes y, el único baño de la propiedad hasta parecía suyo. Comenzó entonces una discusión entre los jóvenes ancianos, la esposa pedía paciencia y el esposo exigía prohibir el uso del baño hasta que  el yerno, construyera otro junto al dormitorio usando parte del patio. El intruso decidió hacer el arreglo pretendiendo para el caso, quitar un árbol sano y robusto de cincuenta años y, entre tanto el tiempo transcurría ya el dueño del hogar preparaba la retirada, al fondo del terreno, a un cuartito de herramientas decorada con ruta de ratas y  multicolores descartes de palomas.
En ese fondo, penetraba en su garganta y nariz el aroma a guiso que preparaba su mujer que, abrumada de melancolía pasaba los días deseosa que el intruso en sus vidas, hiciera de una vez por todas el baño reclamado.
Como la cosa no progresaba, mientras alcanzaba un plato de comida caliente hasta el horrendo dormitorio, percibió la mujer una recuperación de juventud en su marido y, con tímido corazón, se quedó esa noche con él.
Desde ese momento ya no cocinaba para todos, cocinaba sólo para ellos dos y se divertían en la modesta choza con el estómago satisfecho.
El nuevo baño, lo construyeron ellos, junto al camino de ratones que huyeron junto con las palomas, llevándose con ellas sus nidos y sus tufillos, hasta la genial palmera cincuentenaria, testigo del familia.

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MADRE TERESA DE CALCUTA

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